Partimos de la idea de este escenario cotidiano, como un rutinario viaje en subte que al ir observando los diversos detalles, nos encontramos con lo extraordinario que puede haber en todo situación ordinaria, solo si queremos verlo. Buscamos además construir un deterioro dentro de lo ordinario, el desgaste que se genera y se crea en la rutina para contrastarlo con la "magia" y atracción que encontramos en ese extraordinario que podemos ver en la cotidianeidad, en los pequeños destellos de cambio. 

Por otro lado construimos la noción de diferentes encierros dentro del cuadro, un encierro dentro de otro encierro: encierro mental de Igor y encierro físico del pez.. Con la cámara fija se contrasta la esteticidad del plano y del personaje, con el movimiento que se produce en todo lo que es exterior a este mismo y el movimiento que tiene el pez. Todos estos elementos - tanto el conjunto de quietud, como el encierro - simbolizan y metaforizan el ahogo que puede llegar a sufrir el pez, algo tan inminente de no llegar al destino. Pero es este personaje, su amigo el pez, quien logra sacar a Igor de la abstracción, cuando interactúa con él.  

La corporalidad de la persona y su conciencia que está en otra dimensionalidad, es lo que termina de relacionar con lo psicológico de la escena: el personaje termina de darle sentido al cuadro por todo lo que aparenta estar pasando en un plano mental.